28 de agosto de 1966 |
Los ministros de Asuntos Exteriores han firmado tres acuerdos de cooperación Franco-Abisinia
"Ha tenido suerte, mi general; ayer llovió durante todo el día sobre Addis Abeba". El jefe del Estado francés, con la fatiga reflejada en el rostro, sonrió ante esas cordiales palabras del emperador Haile Selassie.
Addis Abeba, 27 (LV).- Eran las diez de la mañana. Cinco minutos antes se había posado en el aeropuerto de la capital etíope el «Caravelle» presidencial que había sido escoltado por seis reactores de la aviación militar. La multitud, colorista y bulliciosa, rompió en aplausos y vítores, mientras eran disparados los veintiún cañonazos de ordenanza.
El Negus, en uniforme de comandante supremo del Ejército etíope —rojo y oro— presentó al general De Gaulle y a su esposa, al príncipe heredero, al Ras Imru, al primer ministro, a su nieta, la princesa Sebla Desta y a las diversas personalidades presentes en el acto de bienvenida.
La muchedumbre no cesaba de vitorear al presidente francés, incluso mientras eran interpretados los himnos nacionales de ambos países. "¡Degole inur!, ¡Degole inur!", repetía incansablemente ("¡Bienvenido de Gaulle!", en lengua amhárica).
"De Gaulle, eres una flor!"
Ambos estadistas subieron a un «Rolls Royce», de un rojo oscuro, al que seguía un «Cadillac», de rojo vivo, en el que tomaron asiento madame de Gaulle y el príncipe heredero. Durante los siete kilómetros que separan el aeropuerto de la capital, una multitud impresionante rindió homenaje de entusiasmo al ilustre huésped del soberano etíope.
El espectáculo contrastaba —y el presidente pensaría en ello— con las lamentables jornadas de Djibuti. A ambos lados de la calzada, aldeanos con sus túnicas blancas, guerreros con pieles de leopardo, mujeres con sus vestiduras de colores chillones, niños gritadores, toda una masa humana que can-taba o repetía ' incansablemente unas extrañas melopeas: «Icha abada Dego- le». ¿Qué quiere decir eso? «De Gáulle, eres una flor». En realidad, el piropo era quizá excesivo, pero revelaba la sencilla y entusiasta bienvenida del pueblo a quien era un viejo amigo de su soberano, amigo de las horas difíciles cuando, allá por el 1940, ambos se conocieron en Londres, en pleno exilio.
Entre la multitud hay algunos viejos combatientes que llevan, en el pecho, condecoraciones francesas. Aplauden frenéticamente y se abren paso para que el general los vea. El presidente sonríe emocionado y saluda a los viejos soldados, algunos de los cuales hasta han sacado a relucir los uniformes de otro tiempo, cuando luchaban contra los italianos, al lado de las fuerzas francesas libres y de los ingleses.
EnTigre, en Amharico, en Tigrinya, las tres viejas lenguas semíticas, y en árabe y en inglés, y en todos los dialectos en todos los idiomas, se aclamó al Jefe del Estado francés por estas gentes que no quieren ser llamados abisinios, sino etíopes. ¿Por qué ese distingo? Abisinio viene del árabe "haba-chi", que significa "sangre mezclada", mientras que etíope procede del griego"ethiops", que quiere decir "rostro quemado por el sol".
Fastuosa entrada en la capital
A cuatro kilómetros de la capital, el cortejo se detiene. El presidente y el emperador pasan a ocupar una carroza increíble, estallante de rojos y oros, con un dosel escarlata, tirada por seis caballos blancos. Una escolta de jinetes de la Guardia Imperial —pantalón rojo congalón amarillo, guerreras verdes con hombreras doradas, casco blanco con plumas blancas— flanqueó la carroza, así como la calesa abierta en la que subieron madame de Gaulle, el príncipe heredero y la princesa Seble Desta. Poco después, pasaron bajo un inmenso arco de triunfo dominado por una corona imperial, con los retratos de los dos Jefes de Estado.
Al llegar al palacio de Jubileo, las fuentes soltaron sus juegos de agua. El recibimiento era propio de un emperador que 'desciende de la reina de Saba y de Salomón, de Haile Selassie I (que quiere decir, según nos informan «potencia de la trinidad»), del Rey de reyes, del León de Judá, Defensor de la fe cristiana y Elegido de Dios. Madame De Gaulle no pudo retener su sorpresa al ver dos leopardos a la entrada del palacio. El ambiente es abierto, cordial, grato- El emperador ha puesto al servicio de sus ilustres huéspedes sus propias habitaciones.
Entrevista de los dos estadistas
Después de la comida en el palacio del jubileo, el presidente y el emperador celebraron una entrevista sobre diversos problemas, entre los cuales no estaría ausente el de la costa de los somalíes. Asimismo, hablaron, según se afirma, del proyecto de ampliación del ferrocarril Djibuti-Addis Abeba hasta Sidamo, región de grandes recursos. También se considerará la colaboración francesa a los planes de urbanismo de la capital etíope que, con su medio millón de habitantes, ocupa una extensión dos veces la de París.
Mientras llegan a ser realidades todos esos proyectos, esta tarde han sido firmados tres acuerdos de cooperación por ambos ministros de Asuntos Exteriores, Ketema Yfru y Couve de Murville. En estos acuerdos se prevé la cooperación cultural, la asistencia técnica y la ampliación del liceo franco-etíope de Addis Abeba. Asimismo, el francés tendrá los mismos privilegios de lengua más favorecida (actualmente lo es el inglés). En fin, para marcar su amistad, el emperador etíope ha dado el nombre de Plaza del general de Gaulle a la gran plaza que, hasta ahora, llevaba el nombre de Haile Selassie.
Esta noche, en el palacio imperial, se celebrará un banquete de mil quinientos cubiertos en honor del presidente y de madame De Gaulle. En esta ocasión, hará uso de la palabra el jefe del Estado francés. Su discurso es esperado con vivo interés, sobre todo después de los lamentables incidentes de Djibuti y de los desagradables de hoy ante la embajada francesa en El Cairo, así como a las manifestaciones en Mogadiscio de gentes gritando «abajo de Gaulle». La prensa de Addis Abeba ha guardado un elegante silencio sobre los disturbios de Dji-buti.
Publicado en el periódico diario La Vanguardia, Barcelona, 28 de agosto de 1966
Gentileza de la oficina del EABIC en Argentina