Rey Emmanuel Charles Edwards |
"Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mi el espíritu, y las almas que yo he creado.
Por la iniquidad de su codicia me enojé, y le herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón."
(Isaias 57 16-17)
Cuando el Cristo apareció caminando entre los hombres los judíos “blancos” y los ambiciosos judíos negros no pudieron ni quisieron aceptarlo como el Salvador prometido.
El Hijo de Dios apareció como un joven negro de orígenes humildes y medios modestos; y aquellos que eran sus seguidores fueron elegidos de entre los simples e iletrados – quienes nunca buscaron ni obtuvieron el favor del hombre blanco.
La imagen de los días modernos, presentada por la gran imaginación del hombre blanco y los magnates de la industria del cine, de un Cristo y sus seguidores blancos, articulados y finamente vestidos es –para ser amables- algo distante de la verdad.
Los amigos y compañeros del hombre Jes-us eran pescadores como cualquier otro pescador de cualquier otra época. Eran personas simples y muy “comunes” con ásperas y callosas manos. No poseían ninguna de las finesas del habla, ni la bonita forma peculiar de lo más afluente de la sociedad; y hablaban en la lengua del hombre pobre e iletrado.
El pescador de entonces, como el de ahora, no era una compañía adecuada, ni el igual social,
Tampoco se lo encontraría fraternizando con el que encabeza el Estado, o los hombres líderes del mercado. Era simplemente… un pescador, y ni su lenguaje o su conversación lo recomendaban para los buenos lugares, o el buen hacer. No era diferente del pobre e iletrado hombre negro de hoy; tampoco Jes-Us, ni su humilde compañía eran bien recibidos en la sociedad.
Y los pocos que disfrutaban de un alto entendimiento –hombres de conciencia y verdad- que asistían al humilde predicador en busca de sus verdades, eran expulsados de la compañía de sus pares y dejaban de ser bienvenidos entre el afluente de la sociedad.
Ellos también llegaron a ser el objeto de burlas y maltrato, y por su conciencia, eran despreciados. El Cristo y sus seguidores eran aconsejados en sabiduría, conocimiento y entendimiento, y aquellos que valoraban las riquezas nada obtendrían de él.
El hombre Jes-us habla en contra del hombre rico y aquellos que buscan vestirse en su gloria y grandeza. Tanto el hombre blanco como el judío ambicioso odiaban y rehuían de este hombre llamado Jes-us.
Los judíos ambiciosos se sentían particularmente ofendidos con su presencia, porque sus afirmaciones, combinadas con su obvia escasez de riquezas materiales y posición social, los avergonzaba; querían y esperaban un rey rico, poderoso y preferentemente blanco.
Este raído personaje negro no lo era. Además de lo cual, amenazaba su poder y autoridad, y si las masas pobres negras no los estimaban y honraban, quienes lo harían?
El hombre Jes-us estaba erosionando su atractivo para las masas y enseñando una blasfemia, por lo cual ya no podrían ordenar ciego respeto en virtud de una riqueza superior. Y los judíos odiaron al hombre Jes-us, y junto con sus Señores blancos, procuraron matarlo.
“Yo sé la blasfemia de los que se dicen judíos y no lo son, porque son la sinagoga de Satán.”
(Revelación de San Juan 2:9)
Entre aquellos que lo seguían y aprendían de él era sabido que el Cristo sufriría y moriría en manos del mundo blanco y aquellos que lo defienden. Con este expreso propósito vino él al mundo; para que la vida –simbolizada en él- pueda ser sanada del mal que es la muerte.
El hombre blanco, en ese entonces como ahora, nunca entendió la naturaleza de su venida, ni por qué era que el Hijo de Mas Alto Dios tendría que sufrir para superar la crucifixión por aquellos de lo más vil de entre los hombres.
El mensaje fue predicado, y su significado explicado, pero los bárbaros y los que se habían convertido a él no tenían entendimiento. El hombre negro entendió, y se regocijó en la venida del Cristo y en el Cristo Resurgido. En esta reposaba la última esperanza de redención fuera del mundo del mal en tiempo venidero.
El Cristo levantó sus alas de sanación, porque en su muerte y resurrección, la vida misma que no se ve, fue sanada de su inherente potencial para exorcizar a la muerte de su ser.
Así, una nueva vida nace ya sin el conocimiento de la muerte, una vida perfecta e infinita. Esta nueva vida está preservada en el cuerpo de Cristo – siendo la manifestación visible de aquello que existe invisible, a saber –Vida perfecta e infinita.
Y así como Dios, por su palabra hablada, en el comienzo trajo vida, entonces él, en el tiempo del fin, el Cristo otorgará el regalo de vida nueva y eterna a aquellos que son encontrados dignos al tiempo de su venida. Por el poder de las palabras de su boca es dada la vida eterna, y a aquellos que la quieran, el regalo les es dado.
"El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabia desde el principio quienes eran los que no creían, y quién le había de entregar."
(San Juan 6 63-64)
Libro Deliver us from evil, edición del EABIC, página 48 y 49.
Y los pocos que disfrutaban de un alto entendimiento –hombres de conciencia y verdad- que asistían al humilde predicador en busca de sus verdades, eran expulsados de la compañía de sus pares y dejaban de ser bienvenidos entre el afluente de la sociedad.
Ellos también llegaron a ser el objeto de burlas y maltrato, y por su conciencia, eran despreciados. El Cristo y sus seguidores eran aconsejados en sabiduría, conocimiento y entendimiento, y aquellos que valoraban las riquezas nada obtendrían de él.
El hombre Jes-us habla en contra del hombre rico y aquellos que buscan vestirse en su gloria y grandeza. Tanto el hombre blanco como el judío ambicioso odiaban y rehuían de este hombre llamado Jes-us.
Los judíos ambiciosos se sentían particularmente ofendidos con su presencia, porque sus afirmaciones, combinadas con su obvia escasez de riquezas materiales y posición social, los avergonzaba; querían y esperaban un rey rico, poderoso y preferentemente blanco.
Este raído personaje negro no lo era. Además de lo cual, amenazaba su poder y autoridad, y si las masas pobres negras no los estimaban y honraban, quienes lo harían?
El hombre Jes-us estaba erosionando su atractivo para las masas y enseñando una blasfemia, por lo cual ya no podrían ordenar ciego respeto en virtud de una riqueza superior. Y los judíos odiaron al hombre Jes-us, y junto con sus Señores blancos, procuraron matarlo.
“Yo sé la blasfemia de los que se dicen judíos y no lo son, porque son la sinagoga de Satán.”
(Revelación de San Juan 2:9)
Entre aquellos que lo seguían y aprendían de él era sabido que el Cristo sufriría y moriría en manos del mundo blanco y aquellos que lo defienden. Con este expreso propósito vino él al mundo; para que la vida –simbolizada en él- pueda ser sanada del mal que es la muerte.
El hombre blanco, en ese entonces como ahora, nunca entendió la naturaleza de su venida, ni por qué era que el Hijo de Mas Alto Dios tendría que sufrir para superar la crucifixión por aquellos de lo más vil de entre los hombres.
El mensaje fue predicado, y su significado explicado, pero los bárbaros y los que se habían convertido a él no tenían entendimiento. El hombre negro entendió, y se regocijó en la venida del Cristo y en el Cristo Resurgido. En esta reposaba la última esperanza de redención fuera del mundo del mal en tiempo venidero.
El Cristo levantó sus alas de sanación, porque en su muerte y resurrección, la vida misma que no se ve, fue sanada de su inherente potencial para exorcizar a la muerte de su ser.
Así, una nueva vida nace ya sin el conocimiento de la muerte, una vida perfecta e infinita. Esta nueva vida está preservada en el cuerpo de Cristo – siendo la manifestación visible de aquello que existe invisible, a saber –Vida perfecta e infinita.
Y así como Dios, por su palabra hablada, en el comienzo trajo vida, entonces él, en el tiempo del fin, el Cristo otorgará el regalo de vida nueva y eterna a aquellos que son encontrados dignos al tiempo de su venida. Por el poder de las palabras de su boca es dada la vida eterna, y a aquellos que la quieran, el regalo les es dado.
"El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabia desde el principio quienes eran los que no creían, y quién le había de entregar."
(San Juan 6 63-64)
Libro Deliver us from evil, edición del EABIC, página 48 y 49.