La Esfera 28 junio 1924 |
Una visita insólita recibe en estos momentos la hermosa Ciudad Luz, cuyos esplendores, aparte de las exigencias de la política internacional, suelen atraer a los grandes poderosos de la tierra.
Por esta vez las altas personalidades que, rodeadas de gran boato oficial, a París llegan, ofrecen a la curiosidad insaciable del buen burgués parisino algo más que el prestigio de la realeza: el misterio que desde tiempo inmemorial rodea al país africano de donde proceden, y luego lo absolutamente excepcional de la visita.
Al hablar de Etiopía, aquel poderoso Imperio que logró imponer su dominación a los Farahones egipcios tras largos siglos de lucha, y que, encerrado entre sus grandes murallas de roca, ha permanecido casi inaccesible para el resto del mundo hasta fecha relativamente cercana, a despecho de los reiterados avances intentados por el progreso europeo, viviendo su inconmovible y antiquísima organización feudal, surge un nombre, sonoro y dominador, ligado por modo íntimo e indisoluble a los destinos de su patria. Es el nombre del Negus Menelik II, padre de la actual Emperatriz Zaoditu y tío del Príncipe Tafari. Hombre de basta inteligencia, hábil político y formidable guerrero, no sólo supo durante su reinado liberar a Abisinia de los protectorados europeos, dándole la más completa independencia, después de la memorable batalla de Adua, sino introducir en el Imperio profundas reformas y dotarle de los descubrimientos más recientes de la ciencia. Ya a partir de 1889 decretaba la abolición de la esclavitud; hacia instalar el telégrafo y el teléfono entre las principales ciudades; procuraba establecer un buen sistema de comunicaciones, sobre todo la construcción de un ferrocarril desde el centro de Etiopía a la costa, que era como abrir al mundo las enmohecidas puertas del misterioso reino africano, y, por último, creaba la ciudad de Addis Abeba, o la Flor Nueva, cuyo rápido desarrollo y progresiva adaptación a las necesidades de la vida moderna son ya obras del actual Regente y de la Woizero Zaoditu, la Reina de Reyes actual.
La Etiopía, estancada durante muchos siglos en su atraso milenario, empieza, pues, a experimentar el impulso renovador. El reconocimiento por parte del mundo de ese noble propósito a venido al fin de cristalizarse en su admisión recentísima en La Sociedad de las Naciones, siendo de esperar que en un breve período de años la dinastía milenaria que se dice descendiente directa del Rey Salomón y la Reina de Saba, llevará el Imperio, ese vasto Imperio cuya extensión territorial excede en 112.000 Km a la de España, a la categoría internacional que por derecho le corresponde.
Actualmente el Imperio Etíope forma un Estado, que por su organización militar y centralizada recuerda a la de los Godos en España. Del gobierno de las provincias está encargado un ras, siendo regidos los distritos y las ciudades por los chums, perceptores de los tributos y administradores de la justicia.
Una organización análoga funciona desde el punto de vista militar, y sobre todas ellas hállase el Emperador o Rey de Reyes con autoridad casi absoluta. Tanto los ras como los chums tienen su ejercito propio, proporcionado a la importancia de su Gobierno y a la extensión y riquezas del país que administra.
Tal es la organización, en extremo jerarquizada, del extenso y viejo Imperio aún gobernado por la dinastía milenaria de Salomón-Saba, restaurada, tras breve eclipse, en 1916, por la enérgica intervención del ras Tafari, el actual Regente y Príncipe heredero. Espíritu progresivo el de este en tiempos intrépido guerrero y hoy sagaz político y gobernante, uno de los primeros actos de su regencia fue imponer duras sanciones para los burladores del decreto que suprimió la esclavitud. A esta medida siguieron al poco tiempo la creación en Addis Abeba de un Alto Tribunal mixto encargado de resolver los litigios entre los etíopes y extranjeros; la municipalización de los principales servicios urbanos de la capital del Imperio; el establecimiento de escuelas y un hospital, y muy recientemente el envío, por cuenta del Estado, a Universidades y Escuelas técnicas de Europa de los jóvenes nobles que se han distinguido por sus aptitudes en los políticos, administrativos y profesionales.
La Etiopía, estancada durante muchos siglos en su atraso milenario, empieza, pues, a experimentar el impulso renovador. El reconocimiento por parte del mundo de ese noble propósito a venido al fin de cristalizarse en su admisión recentísima en La Sociedad de las Naciones, siendo de esperar que en un breve período de años la dinastía milenaria que se dice descendiente directa del Rey Salomón y la Reina de Saba, llevará el Imperio, ese vasto Imperio cuya extensión territorial excede en 112.000 Km a la de España, a la categoría internacional que por derecho le corresponde.
Actualmente el Imperio Etíope forma un Estado, que por su organización militar y centralizada recuerda a la de los Godos en España. Del gobierno de las provincias está encargado un ras, siendo regidos los distritos y las ciudades por los chums, perceptores de los tributos y administradores de la justicia.
Una organización análoga funciona desde el punto de vista militar, y sobre todas ellas hállase el Emperador o Rey de Reyes con autoridad casi absoluta. Tanto los ras como los chums tienen su ejercito propio, proporcionado a la importancia de su Gobierno y a la extensión y riquezas del país que administra.
Tal es la organización, en extremo jerarquizada, del extenso y viejo Imperio aún gobernado por la dinastía milenaria de Salomón-Saba, restaurada, tras breve eclipse, en 1916, por la enérgica intervención del ras Tafari, el actual Regente y Príncipe heredero. Espíritu progresivo el de este en tiempos intrépido guerrero y hoy sagaz político y gobernante, uno de los primeros actos de su regencia fue imponer duras sanciones para los burladores del decreto que suprimió la esclavitud. A esta medida siguieron al poco tiempo la creación en Addis Abeba de un Alto Tribunal mixto encargado de resolver los litigios entre los etíopes y extranjeros; la municipalización de los principales servicios urbanos de la capital del Imperio; el establecimiento de escuelas y un hospital, y muy recientemente el envío, por cuenta del Estado, a Universidades y Escuelas técnicas de Europa de los jóvenes nobles que se han distinguido por sus aptitudes en los políticos, administrativos y profesionales.