lunes, 3 de noviembre de 2014

Cadetes de la Guardia Imperial

25 de mayo de 1950


Kebur Zabagna
En el pasado, repetidamente les hemos reiterado que la valentía es la característica natural de los etíopes, que no necesitan pedirla prestada en ninguna parte, y que la posesión por parte del pueblo etíope de dicha cualidad genuina es ampliamente reconocida.

El hecho de que ya les hayamos explicado nuestra consideración respecto a ustedes, hace innecesario que hoy insistamos extensamente en ello.

La armoniosa mezcla del entrenamiento militar con el valor inherente, no sólo evita derramamiento de sangre en vano, sino que también asegura una victoria sin la necesidad de hacer un esfuerzo excesivo. Unas cuantas tropas bien disciplinadas y entrenadas, y la historia es testigo de ello, pueden ganar una batalla contra una fuerza superior, aún hasta diez veces más grande. La historia nos revela que la ciencia militar le permitió a Alejandro Magno conquistar una gran parte del mundo, combatiendo con sus 30.000 soldados contra los 600.000 de su enemigo. La educación y la capacitación, como en todo aspecto de la vida, también ofrecen beneficios sin límites en el campo militar.
 
Nacido para luchar en este mundo, el hombre comprende gradualmente los milagros de la “luz” y asocia este conocimiento a ser su primer instrumento de defensa contra los combates de la vida, prefiriendo, después de eso, no transitar en la oscuridad. Ustedes, muchachos, a quienes hemos entregado el arma poderosa de la “luz”, deben esmerarse al máximo por llevar la antorcha de la luz, negándose inexorablemente a volver al mundo de la oscuridad. 

Los resultados de su capacitación, que acaban de ser demostrados, son un asunto de orgullo para su Emperador y una fuente de fortaleza para su país. Cada vez que somos testigos de este logro progresivo, nos sentimos muy felices, esperando con ilusión el amanecer del día cuando anunciemos el cumplimiento de nuestro plan para el bienestar de nuestro pueblo.
 
No existe una persona en este mundo ajena a la responsabilidad de la vida. Esta responsabilidad nos ordena cumplir con el deber hacia nuestro país, sirviendo y muriendo por él. Nadie, sea soldado o civil, puede darse el lujo de ser un cobarde y escapar a esta responsabilidad. Afortunadamente, en estos momentos no existe la necesidad de utilizar nuestras fuerzas armadas, ya sea aquí en nuestro territorio o en el extranjero. Pero cuando sus servicios sean requeridos, la fuerza militar a la que ahora nos referimos, será una garantía para la libertad e independencia. Que Dios los ayude a cumplir el juramento que ustedes han hecho a su Emperador y a su país.
 
Estamos profundamente satisfechos de los servicios brindados por el Comandante del Cuerpo de la Guardia Imperial, el Brigadier General Mulugueta Bully, al llevar a cabo eficientemente nuestras directrices, y a todos los instructores por su dedicación a la tarea de capacitar a los estudiantes. 


Su Majestad Imperial Haile Selassie I